que ahora parecen hundirse en las aceras.
Qué enorme aquel baño de cinc
que nos servía de alberca a los tres en el corral.
Qué alturas de vértigo desde la escalera
que nos llevaba al sotillón para esconder tesoros.
Qué enorme aquella cama de lana
que nos tragaba cada noche y nos hacía soñar.
Qué lleno de secretos el trastero, comics, libros
y artefactos misteriosos.
Qué felicidad en los días de verano, de interminables
horas perdidas en el zaguán.
Qué sensación de hogar bajo las enaguas,
al calor de las ascuas de carbón.
Qué olvidada inocencia que nos hizo
quienes somos hoy.
y artefactos misteriosos.
Qué felicidad en los días de verano, de interminables
horas perdidas en el zaguán.
Qué sensación de hogar bajo las enaguas,
al calor de las ascuas de carbón.
Qué olvidada inocencia que nos hizo
quienes somos hoy.